Missionary Pentecostal Church

 

Esperando en Dios: Nuestro Gran Desafío

Una vez que hemos conocido a Cristo toda nuestra vida pasa a ser guiada por Él, y eso incluye incluso nuestros tiempos. La Biblia dice en Lamentaciones 3:25-26: “Bueno es Jehová a los que en él esperan, al alma que le busca. Bueno es esperar en silencio la salvación de Jehová.”

Cuánto nos cuesta esperar, ¡qué paciencia hay que tener, amados/as! Cuánto nos cuesta entender estas palabras: “Bueno es Jehová a los que en él esperan (…)”. Si nos ponemos a pensar, una de las formas más utilizadas por Dios para formar nuestro carácter y limpiar nuestras impurezas, como dice Isaías 1:25: “y volveré mi mano contra ti, y limpiaré hasta lo más puro tus escorias, y quitaré toda tu impureza”, es precisamente la espera.

Esperar: ¿Un motivo para dudar?

En primer lugar, Dios siempre nos habla y nos da esperanza de un futuro mejor. Puede ser un propósito en su obra o uno personal, todo para edificar nuestras vidas. En momentos de angustia elevamos nuestras oraciones a Dios, pero ¿nos escucha el Señor? Su Palabra dice:

Salmos 34:15

“Los ojos de Jehová están sobre los justos, y atentos sus oídos al clamor de ellos.”

Dios, en su eterna misericordia, a pesar de nuestros errores, siempre está atento para oír nuestro clamor. A veces oramos con gemidos, con desesperación, y ni palabras salen de nuestra boca. Pero como dice Romanos 8:26: “Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles.”

Entonces, ¿qué sucede si Dios no responde de inmediato? ¿Tenemos la paciencia para esperar en él hasta que su respuesta llegue? ¿O la duda entra y nos hace pensar que Dios no está con nosotros?

Esperar: Momento de aprender

Historia: “El bambú y el roble”

Había una vez un hombre que, cansado de esperar respuestas a sus oraciones, fue al jardín y le reclamó a Dios:

—Señor, ¿por qué me haces esperar tanto? ¿Por qué no respondes ya?

Dios lo llevó a un bosque y le mostró dos árboles: un roble enorme y un bambú.

—Mira el roble —dijo Dios—. Tardó muchos años en crecer, pero ahora es fuerte y firme.

Luego señaló el bambú.

—Este bambú estuvo siete años sin crecer ni una pulgada. Nadie veía nada, pero durante ese tiempo, sus raíces se estaban preparando profundamente bajo tierra. En el séptimo año, en solo seis semanas, creció más de 20 metros. Si lo hubiese forzado antes de tiempo, se habría quebrado con facilidad.

Entonces Dios miró al hombre y le dijo:

—Tú no estás esperando en vano. Estoy fortaleciendo tus raíces. El crecimiento vendrá. Confía en mí. Mis tiempos son perfectos.

Eclesiastés 3:1

“Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora.”

En la espera, Dios forma muchas áreas de nuestra vida donde creemos ser fuertes, autosuficientes y listos para la batalla. Pero en esa espera, Dios nos muestra que no lo estamos. Trata con nuestras debilidades, toca áreas sensibles, y nos hace reflexionar, aunque muchas veces no entendamos por qué pasamos por ciertas pruebas.

Solo Dios conoce el fondo de nuestro corazón y los propósitos futuros que tiene para nosotros. Siempre hay algo que él quiere enseñarnos.

Esperar: Dispuestos

Para recibir la respuesta de Dios, primero debemos pasar el proceso de formación, como Dios mostró a Jeremías con el alfarero:

Jeremías 18:4

“Y la vasija de barro que él hacía se echó a perder en su mano; y volvió y la hizo otra vasija, según le pareció mejor hacerla.”

La formación de una vasija en tiempos bíblicos no era algo instantáneo. Primero, el alfarero debía preparar el barro, lo que podía tomar uno o dos días. Luego venía el modelado en la rueda, que, aunque duraba menos de una hora, requería destreza. Después, la pieza debía secarse por varios días antes de ser cocida en el horno durante varias horas.

En total, el proceso podía tomar entre tres y siete días.

Esto nos enseña que la formación lleva tiempo, paciencia y trabajo constante. Así también obra Dios en nosotros: nos moldea, nos seca, nos prueba con fuego, hasta hacernos útiles en sus manos.

La espera siempre es buena, siempre, porque eso significa que Dios está preparando algo mucho mejor.

 

Pastor Emilio Pereira

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